Partir en dos las aspirinas... a eso he llegado. No me importa haberme despertado con dolor de cabeza, tampoco me importa haberme despertado tarde porque me veo obligado a salir de noche para tener vida social, me importan esos pequeños detallitos que se me clavan como espinas en la nuca y me recuerdan lo decadente que es mi ritmo de vida. Los dos pqeueños trozos de aspirina se disuelven rápidamente mientras me caliento una patata al microondas y abro una lata de atún al natural. Podría almorzar cosas mas rápidas de preparar como un bocadillo o un donut, pero llevo tanto tiempo prometiéndome que voy a empezar la dieta que he decidido cortar por lo sano. Como la patata aún ardiendo refrescándola con el atún y turnándola con cortos tragos de aspirina para no quemarme la lengua. Me visto y salgo de casa. Dado que hace dos dias estampé mi mountainbike roñosa de tercera mano y ayer peté la rueda trasera de mi bmx color verde pistacho contra un bordillo mal puesto de la avenida Gaudí me veo obligado a viajar en el caliente, lento, rebosado y apestado metro. Va mas rápido de lo que esperaba, pero no hay nada comparable con la sensación de despertarse con la brisa matutina que te peina suavemente mientras te despiertas a cada pedalada que das. Salgo del metro caminando a compás lento pero firme confiado de que, una vez más, llego tarde al trabajo. Efectivamente, cuando llego a la puerta del hospital, la chaqueta con el escudo del periódico gratuito que reparto está tirada en la acera junto al carro de metal que contiene los dos mil periódicos que debo repartir en dos horas. La gente se abalanza sobre mí para conseguir su ración unipersonal de información de penúltima hora como si fueran zombies de un videojuego tipo "shooter". Reciben una sonrisa falsa, un "buenos dias" y un gesto basto y seco del brazo que acompaña al periódico que da a entender a los zombies que mejor que no me toquen los cojones. A pesar de esa desgana que acompaña al reparto del periódico, hay sujetos que deciden no percatarse de ella y se detienen a mi lado para hablarme de la guerra civil, de los basureros o de las obras del Ave. Al cabo de diez minutos de ignorarlo, el "simpático" anciano desiste y se va por su camino con el periódico bajo el brazo. Al cabo de diez minutos llega la "Esquizo". Una chica (aunque lo de "chica" no vaya acorde ni con sus 120 kilos ni con el prominente bigote que se niega a depilar)que se cree la reencarnación en nuestro tiempo de la virgen María y es Friki de Smallville. Después de pegarme el rollo pertinente y cagarse en las educadoras sociales que la tienen a su cargo, abandona el lugar del crimen con el periódico bajo el brazo. Justo después llega la única persona capaz de despertar mi interés... o despertarme a secas. Un gallego ancianito con mas marcha que yo que habla a velocidad supersónica y transmite todas sus ganas de vivir. Después de una charla-coloquio bastante agradable sobre las noticias del dia y un comentario sobre el estado de salud de sus nietas, hace una graciosa mención respecto al carajillo que se dispone a tomar en un bar de barrio, y se va como ha venido, con el periódico bajo el brazo. Hora y media mas tarde cojo un puñado de periódicos y me dirijo a una panadería cercana donde la dependienta me vuelve a ofrecer un donut o un bocadillo y yo me niego a aceptarlo. "Es la última vez que te ofrezco nada" dice ella. "El dia que me pilles con hambre te vacío la panadería" bromeo yo. Vuelvo al hospital y espero veinte minutos a que el camión pase a buscar el carro y el abrigo. "Procura llegar mañana a la hora, ¿vale?" dice mi "jefa" con una mirada de desaprobación. Me vuelvo a colgar el mp3 del cuello y voy hacia el metro que se dirije a la otra punta de la ciudad.
En mitad del traqueteo del suburbano entro en un letargo no necesariamente agradable y comienzo a darle un repaso a todas mis actividades del dia. Ahora me dirijo a las afueras, a hacer las prácticas de conducción, que si no me equivoco me costarán más de lo que esperaba debido a mi ineptitud o mi falta de pericia. Al salir de las clases me dirigiré directamente al gimnasio de mi barrio, dado que por una lesión mal curada, el tobillo se ensaña conmigo cuando no le doy su ración de ejercicio diario. Al salir del gimnasio iré escopeteado a casa, me prepararé la comida y la engulliré rápidamente o no llegaré a las clases de la universidad. Al salir de clase debería pasarme por el geriátrico donde tienen ingresada a mi abuela, pero desde que no recuerda ni quien soy el visitarla me machaca los nervios. Al llegar a casa haré un poco de faena hogareña porque mi madre está luchando contra una fase temprana de la distrofia muscular y no tiene fuerza suficiente ni para planchar la ropa, aunque mi verdadero drama de su enfermedad es que insiste en pagar su sufrimiento conmigo. Supongo que no se le puede reprochar nada...al menos eso es lo que ella cree firmemente.
Salgo del metro sudado y sobado y hecho a correr calle abajo porque llego tarde a las clases. A mitad de la carrera pongo "punto muerto" y mis piernas van frenando paulatinamente la marcha hasta quedar completamente quieto. La práctica que me tocaba hoy era en la otra punta de la ciudad. Miro el reloj, miro la parada de metro y vuelvo a mirar el reloj. No llego ni de coña. Reanudo la marcha hacia la parada de metro mientras marco el número de teléfono de mi novia en mi móvil del siglo pasado.
- Hey!- contesta ella
- Buenos dias cariño. He llegado tarde a la práctica de hoy- le propino enseguida
- Vaya...-dice apenada
- La putada es que me la van a cobrar igualmente ¿sabes?
- Pues vaya putada
- Si... ¿Quieres que vayamos a hacer un café rápido antes de que me vaya al gimnasio? Para un dia que tengo un momento...
- Ostia -me corta ella- me pillas de camino al trabajo, ya...
- Bueno -noto que algo me sube por la garganta y me cambia levemente la voz- ¿Nos veremos esta noche al menos?
- Si, hombre, si. Te dejo que voy a subir el metro -dice ella- !Un beso!
-Hasta luego -cuelgo el teléfono
Sigue ascendiendo por mi garganta imparable hasta mi boca, mi nariz y finalmente mi cerebro. Antes de que ocurra, lo único que pienso es que no tengo tiempo de que ocurra. Me siento en el bordillo de la calle y rompo a llorar