martes, 5 de febrero de 2008

Déjame conservar este recuerdo...

Incluso mis sueños me gastan bromas pesadas. O eso o mi subconsciente es un cachondo. Sólo sé que estoy en una fugoneta yendo hacia no-importa-dónde mirando con cara de melancolía por la luna trasera. En un semáforo de lo que parece ser la calle Marina veo que por detrás nuestro cruza una chica en bici. Cruza LA chica en bici. Y me ve. Y se detiene. No decimos nada ni nos hacemos ningún gesto, pero ambos sabemos lo que está pensando el otro. Estamos todavía atónitos ante la clásica jugarreta del estilo "no puede ser" del destino. Parpadeamos y no nos lo creemos todavía. Una sonrisa empieza a asomar por la comisura de nuestros labios mientras nos planteamos durante tan sólo un instante si debemos acercarnos y hablar o si debemos seguir nuestro rumbo y no darle importancia a un simple encuentro casual. La chica en bici comienza a acercarse a mí y yo, ansioso perdido, me dirijo a la puerta de la furgoneta, que por cierto ahora es un autobús, y la golpeo para que el conductor la abra. Al abrirse la puerta suelto un soplido de alivio al verla frente al autobús, esperándome sonriente. La bici ha desaparecido y curiosamente ahora estamos en lo que parece Vía Layetana. Un instante de silencio que sólo admite un "estaba deseando verte" como traducción y me bajo del autobús. Caminamos por una de esas calles que parecen callejones del Borne, Ciutat Vella o del Rabal, ininterrumpidamente cubiertas de un líquido que prefieres pensar que ha salido de las mangueras de un camión de la "barcelona neta". La miro mientras hablamos de lo casual de nuestro encuentro y de la poca importancia que tenían las cosas que nos dirigíamos a hacer en ese momento en comparación con la posibilidad de estar un rato juntos. No la recordaba tan alta, pero no me importa. La coversación pierde importancia en el momento que, aún caminando, le acaricio levemente la nuca y la atraigo lentamente hacia mí, y sorprendentemente no ofrece resistencia. Es aquí cuando me planteo que quizá esto sea un sueño. Me empuja contra una pared mugrienta y me sigue besando con cierta pasión. No lo voy a pintar todo de color de rosa: el beso deja bastante que desear, y es aquí donde sé que es un sueño, pues me gusta pensar que en la realidad no sería así. No me importa que sea un sueño, estoy en el momento de "disfruta y calla, coño". Seguimos besándonos mientras el sucio callejón se convierte en la sección de mochilas de montaña de un Decathlon imaginario. Sé lo que estáis pensando: ¿a santo de qué? La cuestión es que un trabajador de la susodicha cadena está ordenando las mochilas y percibimos que le estorbamos. Al fin y al cabo estábamos empotrándonos el uno al otro contra las mochilas mientras seguíamos intercambiando bacterias.

Supongo que fue entonces cuando desperté e intenté deducir la hora a partir de la claridad que asoma por la ventana. "Cerca de las once" pienso mientras me incorporo con el "eterno amanecer de la mente limpia" grabado en la cara. Que me siento desgraciado, vamos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

si Freud aixeques el cap ara mateix fliparia (per no dir que s'estaria fent...&&)!!!

bueno sólo faltava que por megafonía alguien dijera... "perdona es que queremos montar un equipo de futbol y....", esto es muy del palo... vale.... me callo...

Anónimo (aunque ya sabrás quien soy...)

Anónimo dijo...

"perdona es que queremos montar un equipo de futbol y..."?


no sera él el que quiere montar "cierto" equipo de fútbol? :p