miércoles, 13 de febrero de 2008

¿Me miento a mí mismo para ser infeliz?

Me arrastro por la vida buscando la tragedia. Al fin y al cabo ¿si la vida fuera perfecta que sentido tendría vivirla? Desde donde estoy solo puedo mirar hacia arriba, y eso reconforta. Me tachan de pesimista y fatalista y la gente no se da cuenta de que mi actitud es la única forma de que la vida no me sorprenda. Camino firme con un “me la suda” grabado a fuego en la cara. “Sólo cuando lo hemos perdido todo somos libres para actuar”. No recibo ningún tipo de placer sexual por el hecho de ir de mártir por la vida pero, eso sí, caminas por la calle con una tranquilidad que muchos anhelan, la tranquilidad que te da el hecho de que ni siquiera te importe que te atropellen. Me revuelco yo mismo en mi propia mierda, vuelta y vuelta, acostumbrándome a la amargura intrínseca en la propia existencia. Pues sin lo amargo, lo dulce no es tan dulce... y a la inversa.

Pero hoy, en un alarde de la extrema estupidez que he ido arrastrando de lastre durante toda mi vida, he vuelto a caer. Arriba mis ilusiones y abajo mis defensas. Expuesto, me siento expuesto sencillamente por sentirme un paso mas cerca de la realización personal, un peldaño más alto desde el cual caer cuando vuelva a tropezarme. “Sonríe todo lo que quieras...” me digo “... que ya verás como la ostia te cogerá con la boca abierta”.

Prefiero no hacerme ilusiones, pues lo único que traen son frustraciones. Y ahora toca sanarse. Ahogar las penas a base de polvos sin sentido, chupitos de vodka y atracones de comida basura. Y tal vez dentro de un tiempo, pueda volver a dormir plácidamente en el fondo de mi pozo maloliente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me apunto a lo de los chupitos y los atracones.