Sueños
Rompamos la utopía, dejemos de soñar. Es algo tan estúpido como perseguir a tu amor platónico o aspirar al nirvana. Son conceptos contradictorios en sí mismos, que desafían la lógica y que únicamente nos sirven para hacernos necias ilusiones sobre lo que hubiera o hubiese podido ser. Despiertan el ánimo y abren las sonrisas, eso es cierto, pero esa satisfacción es tan intensa como irreal como breve y como fatídica, pues tarde o temprano, queramos o no, nos vamos a meter la gran estampada. Y es entonces cuando comprenderemos la naturaleza de nuestros deseos, cuando descubramos que no eran otra cosa que... mentiras. Mentiras que nuestro subconsciente camufla como reales simplemente por aligerar la presión de nuestra olla, para desviar la atención de las cosas a las que sí podemos aspirar, o tal vez lo haga simplemente porque el niñato estúpido que llevamos dentro disfruta viendo como nos retorcemos de dolor ante la impotencia de olvidar nuestros inalcanzables deseos y nuestras aspiraciones más imposibles. Mentiras que nos hacemos para ser felices, para ocultar la cruda realidad. Supongo que es un mecanismo de defensa tan viable como cualquier otro. El caso es que cuando nos percatamos de lo estúpidas de nuestras ilusiones nos sentimos aún peor que si, de buenas a primeras, ni nos las hubieramos planteado. Caballeros, a mano alzada ¿a cuántos de vosotros os ha supuesto algún problema el hecho de que Angelina Jolie sude de vuestra puta cara? Correcto. Y por último, un mensaje para los optimistas con la máxima de -lo posible se hace y lo posible se intenta-. Si intentáis algo es para conseguirlo ¿no? Porque también os guiáis por eso de -hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes-. Pero si lo conseguís ya no es imposible ¿por lo tanto que sentido tiene esa frase?